domingo, 24 de abril de 2011

Una de las cosas mas difíciles de las relaciones, es saber exactamente qué quiere el otro de vos, o con vos. Cuando alguien te trata mal, te preguntas ¿por qué? ¿Qué quiere de mi? O cuando alguien te trata muy bien, ya desconfías.¿Qué quiere en realidad? Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. ¿De qué desconfía el santo? De las intenciones de el que da la limosna.
Nunca se puede estar seguro de que es lo que quiere el otro y esa incertidumbre genera una especie de angustia. Y como esa duda nos genera angustia, empezamos nosotros a dar respuestas y tratar de adivinar que quiere el otro en realidad. Asumimos y presumimos damos una respuesta rápida y avanzamos, tal vez nos equivocamos. Pero ya no tenemos la angustia de no saber que quieren de nosotros. Angustia mucho no saber que quiere el otro de vos, inquieta, te perturba.
Por eso nos volvemos desconfiados, nos ponemos a la defensiva, asumimos siempre que las intenciones del otro no son buenas. El deseo del otro nos atemoriza, sentimos que quiere arrebatarnos algo muy preciado.
Tocar tu corazón, tal vez eso es lo que quiere el otro cuando quiere algo de vos.

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